Anasayek
2 min readFeb 24, 2020

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EL EGOÍSTA

Se hizo visera con la mano para no deslumbrarse. Si desde su ático, en el edificio más alto de la ciudad, ya los veía como hormigas que podía pisotear, desde aquella cumbre todos eran inexistentes, como si ya los hubiera pisoteado y hecho desaparecer. Al menos era lo que imaginaba.

—Por un lado, no me extraña que me odien -le dijo a una nube que pasaba frente a él- pero no saben que yo les odio más a ellos.

Siempre creyó temer a la soledad, pero cuando se dio cuenta de que la había subestimado ya había pasado por dos matrimonios y engendrado cinco hijos. Tenía muy difícil estar solo consigo mismo, con sus pensamientos, sus rutinas y sus quehaceres. No necesitaba a nadie, pero sí le necesitaban a él -«O no…»- pensó para sus adentros.

Hizo cálculos mentalmente desde la cumbre. ¿Cuánto dinero necesitarían sus dos proles para vivir durante toda la vida? ¿Y si les daba el doble? ¿Y el triple? Quizá así le ignorarían también cada quince días y los meses de vacaciones. De acuerdo, eran pequeños aún y tenían muchas necesidades e imprevistos, les daría el cuádruple y algo más para caprichos. Incluso caprichos para sus madres, que eran las que estaban siempre en desacuerdo con él. Total, el dinero era el mayor motivo de discordia. Podría quitárselos de encima a todos. Les haría firmar un documento ante notario y no podrían reclamarle nada, ni utilizar su nombre, ni ponerse en contacto con él nunca más.

Ya sacaban bastante tajada de las galas benéficas que organizaba a través de su imperio, que solo permitía por los beneficios fiscales. Aunque el periodismo amarillo se encargó de darle fama de filántropo, nunca consiguieron sacarle una foto, pero su nombre siempre iba en titulares, con las fotos de sus exmujeres.

Sí, Armando era muy egoísta de su propia vida. Tenía de todo lo que se podía desear, excepto buenos sentimientos. Ni empatía, ni cariño, ni solidaridad, ni amor para nadie que no fuera él mismo.

Sus familias aceptaron el acuerdo y se fueron para siempre de sus vidas.

Décadas después, viejo e incapacitado, agonizó y murió solo, en su ático del rascacielos. Nadie supo nunca si había sentido miedo en la hora final, pero sí sabemos que nunca fue feliz. En él, los buenos sentimientos brillaban por su ausencia y la felicidad, sin ellos, siempre es muy escasa.

Mi segundo #relatosEscasez para

. Me paso de un extremo al otro…

Febrero 2020

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Anasayek

Contrastes y matices. Reseteo mi cerebro cada cierto tiempo (será por eso que no aprendo)